Vivimos en una época en que el simple hecho de prender la televisión nos brinda diversión inmediata, y el rápido viaje a un centro comercial pone a nuestra disposición cualquie artículo que necesitemos, desde un horno de mocroondas hasta una reproducción de una obra de arte de fama mundial. Todas estas comodidades que nos ofrece la vida moderna nos han alejado del trabajo manual, tan necesario para la tranquilidad del espíritu. tejer en un telar una suave y abrigadora cobija, hacer un mueble -o repararlo- con nuestras propias manos, iniciarse en el arte de la pintura, teñir por el método de batik un juego de manteles individuales, enmarcar un cuadro o, con paciencia y cuidado, ir armando una preciosa colcha de retazos, son placeres que parecian haber desaparecido para siempre.