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Memorias del último de los primeros soldados de la independencia.

Par : Type de matériel : TexteTexteLangue : espagnol Détails de publication : Guanajuato, México : Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, 2003.Édition : Primera ediciónDescription : 30 páginasType de contenu :
  • Texto
Type de média :
  • Sin medio
Type de support :
  • Volumen
Sujet(s) : Classification de la Bibliothèque du Congrès :
  • F1232.S63 M45 2003
Résumé : Memorias del último de los primeros soldados de la independencia Pedro José Sotelo, dedicadas al ciudadano licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, por el ayuntamiento y jefe político de esta ciudad Dolores Hidalgo. Año de 1874 En el año de 1802 falleció mi padre José Feliciano Sotelo, y quedamos huérfanos, mi hermano Pedro Salomé Sotelo, con el único amparo de mi madre. Mi hermano, por una cuestión que tuvo con un individuo, a quien en la riña le dio un golpe de piedra en la cara, del cual cayó en tierra sin sentido, corrió hasta salirse de esta población por temor del castigo que le esperaba si le aprehendían; porque don Manuel Salas, que era juez de acordada en este tiempo, era muy cruel en sus operaciones, y tomó el rumbo de México en donde le agarraron de leva y le hicieron soldado de regimiento de la Corona. Quedé yo solo con mi madre, y mirando esta señora que no era capaz de darme una educación cual convenía según mi sexo, y que era preciso que un hombre dirigiese mi conducta por buen sendero, inculcándome las mejores máximas de moralidad para vivir con mis semejantes en lo sucesivo, se resolvió a ponerme a las órdenes y disposición del señor cura don Miguel Hidalgo y Costilla, quien tuvo la dignación de admitirme en su casa, arregladas que fueron las condiciones que por ambos fueron propuestas. Esto fue en el año de 1803, para el que tenía yo trece años de edad. El señor cura me recibió afectuosamente, me manifestó desde luego un estilo afable, y me doctrinaba con mucha dulzura, dándome buenos consejos y enseñándome a vivir bajo el temor de Dios. Me dediqué al arte de la alfarería, y viendo el señor cura mi aplicación me puso bajo la dirección del maestro de pintura don José Ignacio N. para que me enseñara el oficio.
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Edición Conmemorativa 2003 Año de Don Miguel Hidalgo y Castillo padre de la Patría.

Memorias del último de los primeros soldados de la independencia Pedro José Sotelo, dedicadas al ciudadano licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, por el ayuntamiento y jefe político de esta ciudad Dolores Hidalgo. Año de 1874 En el año de 1802 falleció mi padre José Feliciano Sotelo, y quedamos huérfanos, mi hermano Pedro Salomé Sotelo, con el único amparo de mi madre. Mi hermano, por una cuestión que tuvo con un individuo, a quien en la riña le dio un golpe de piedra en la cara, del cual cayó en tierra sin sentido, corrió hasta salirse de esta población por temor del castigo que le esperaba si le aprehendían; porque don Manuel Salas, que era juez de acordada en este tiempo, era muy cruel en sus operaciones, y tomó el rumbo de México en donde le agarraron de leva y le hicieron soldado de regimiento de la Corona. Quedé yo solo con mi madre, y mirando esta señora que no era capaz de darme una educación cual convenía según mi sexo, y que era preciso que un hombre dirigiese mi conducta por buen sendero, inculcándome las mejores máximas de moralidad para vivir con mis semejantes en lo sucesivo, se resolvió a ponerme a las órdenes y disposición del señor cura don Miguel Hidalgo y Costilla, quien tuvo la dignación de admitirme en su casa, arregladas que fueron las condiciones que por ambos fueron propuestas. Esto fue en el año de 1803, para el que tenía yo trece años de edad. El señor cura me recibió afectuosamente, me manifestó desde luego un estilo afable, y me doctrinaba con mucha dulzura, dándome buenos consejos y enseñándome a vivir bajo el temor de Dios. Me dediqué al arte de la alfarería, y viendo el señor cura mi aplicación me puso bajo la dirección del maestro de pintura don José Ignacio N. para que me enseñara el oficio.

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